Dibujo
a tinta y acuarela sobre papel, pintado en 1920 por el pintor suizo
Paul Klee y adquirido posteriormente
por
el filósofo judeo-alemán Walter Benjamín.
El
título de la obra, Angelus Novus ('ángel nuevo' en latín),
remite
a una leyenda judía originaria del Talmud.
Este
motivo sirvió de inspiración a Benjamín para su famosa teoría del «Ángel de la
historia»,
una
visión pesimista del devenir histórico como un ciclo incesante de
desesperación.
Hay un cuadro
de Klee que se llama Angelus Novus. En él se muestra a un ángel que
parece a punto de
alejarse de
algo que le tiene paralizado. Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y
las alas extendidas;
así es como
uno se imagina al Ángel de la Historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado.
Donde nosotros
percibimos una cadena de
acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina
y la arroja a
sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo
despedazado,
pero desde el
Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el
ángel
ya no puede
cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da
la espalda,
mientras los
escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros
llamamos progreso.
—TESIS
IX
La
reflexión sobre la historia constituye un hilo conductor del pensamiento de
Benjamin, quien alzó una crítica radical contra la « razón histórica » y sus
axiomas (las ideas de continuidad, de causalidad y de progreso). Al analizar la
figura del Angelus Novus que el autor alemán expuso en sus Tesis
sobre la filosofía de la historia, Susan Back-Morss ha observado que « una construcción de la
historia que mira hacia atrás más que hacia delante, hacia la destrucción de la
naturaleza material tal como ésta realmente ocurrió, proporciona un
contraste dialéctico al mito
futurista del progreso histórico (que sólo puede afirmarse a través del olvido
de lo que ha ocurrido) ».
La
alegoría benjaminiana del «Ángel de la historia», que mira hacia el pasado
descubriendo la barbarie allí donde la historia se percibe como un continuo,
supuso una crítica a los ideales quiméricos que alentaban el pensamiento de
buena parte de la izquierda. En el relato, el ángel sobrevuela horrorizado las
cenizas que arroja el pasado, al tiempo que no puede escapar del futuro,
arrastrado por la vorágine del progreso; desde su atalaya, la noción de
historia se entrelaza con las de memoria e identidad, en un instante en el que
pasado, presente y futuro convergen.
Benjamin
buscaba una teoría de la historia que permitiese analizar el fenómeno del fascismo
y las causas que precipitaron la debacle de la izquierda europea en el período
de entre guerras. Sus ideas al respecto influyeron notablemente en el
pensamiento posterior de algunos filósofos de la Escuela de Frakfurt, como Adorno
y Horkheimer .
Pese
al tono apocalíptico que impregna el «Ángel de la historia» descrito por
Benjamin, existen también lecturas optimistas en torno al mismo. El filósofo
Habermas, por ejemplo, sostiene que el ángel representa la posibilidad de redención
o de transformación, al ser su mirada hacia el pasado una retrospectiva que se
enfrenta al daño causado. Por su parte, el académico israelí Galili Shahar afirma
—retomando la idea cabalística de daño y reparación (shever vetikkun)—
que el concepto de historia de Benjamin envuelve «una débil fuerza mesiánica,
una fuerza menor, que se ha comprometido a corregir males». En su libro Los
restos de la revelación, el mismo autor añade: «Lo que fue derrotado, y
olvidado, y reprimido, y borrado de las páginas de la historia, aún sigue en
espera de ser revelado, y por ende, transformado. La redención implica la
transformación del pasado».
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